Capítulo 1: "El Comienzo de la Aventura" - Marzo 2024
Hace aproximadamente una semana llegamos a este hermoso país y el bolso se nos llenó de anécdotas, y al menos en mi caso empezó a rebalsar de miedos. Tuvimos una llegada iluminada en donde vino un amigo a buscarnos (con el mate!) y a ayudarnos con la cantidad innecesaria de cosas que trajimos. Luego tuvimos la primera noche en un hotel 5 estrellas, regios, con un mega desayuno y café de especialidad. Entre las escalas en Barcelona, Singapur y el hotel en Sídney, tuvimos una reubicación de cosas en las valijas infinitas, una de ellas rota (esas son las cosas que no se ven en las redes sociales).
Luego llegamos al cuarto que alquilamos por aproximadamente un mes y medio a gente por WhatsApp porque acá todo es muy relajado. Si bien mi miedo en este caso viene por la experiencia y no por el desconocimiento, en esta situación, vaya a saber la magia de por medio, la gente me cayó bien y confié. Así fue, una masa los chicos que les alquilamos el cuarto y un genio el compi de piso y mucha gente en común cosa que me fascina y me recuerda que el mundo no es tan gigante como mi ansiedad me cuenta. Por supuesto todos argentinos, porque ‘dios los cría y ellos se juntan’ intencionalmente también. Pero la anécdota pasa porque cuando llegamos la puerta no funcionaba, entonces me dijeron que si me animaba y entré por la ventana, al mismo momento que otro vecino veía que hacía algo que no correspondía. Llamó la dueña (Al compi de piso que no estaba acá) diciendo que estábamos tirando cosas por la ventana, que desalojáramos el departamento urgentemente. Así nos conocimos con el compi de piso, los tres infartados, los otros dos en Argentina más infartados y todos agotados del susto. Vamos a mentir y decir que la tipa se disculpó - porque acá no era obviamente. Luego de pronto, como quien no quiere la cosa, entraron dos gatos naranjas, que no son de los argentinos pero que igualmente alimentamos y mimamos.
El McDonald's es El Macca, el Burger King es Hungry Jack's. Los picaportes se abren al revés y cuando la máquina del autobús no funciona, te dejan pasar gratis. ¡Este país está todo raro!
Luego vinieron los días de jetlag en donde nos despertamos tempranísimo, mientras obviamente voy limpiando toda la casa porque como es zona de surfers los inquilinos anteriores decidieron que podían guardar arena adentro del placard. También nos vinieron a saludar algunos insectos de un tamaño para el que no estaba preparada. Tuvimos esos paseos eternos en el supermercado aprendiendo sobre los nuevos productos, buscando precios, esperando que pongan el pollo a mitad de precio. Lo bueno es que acá el agua es potable del grifo, porque es lo único que no te sale carísimo en Sídney.
Pasado el fin de semana empezamos con los mil trámites, videos y lecturas de formularios infinitos. Es cierto que esto al principio parece un montón, que cuando nunca migraste esto parece terrible (qué trámite hay que hacer primero, qué chip compro, qué pasa si me equivoco con el domicilio, qué pasa si me mudo y la certificación no cuenta en otro estado, cuándo sale el transporte, si cruzo mal la calle ¿me deportan?). Luego frenas a reflexionar y comparas los trámites en Barcelona que tardan una eternidad y te das cuenta de que acá lograste de todo en menos de una semana sin pagarle a nadie por un turno, y entonces la visión de la vida mejora.
Solo para sumarle otra anécdota, fuimos al consulado español para pedir un papel que según nos dice internet y el propio mail del consulado, es algo que podemos pedir y listo, sin turno. Entonces llegamos, aprendimos que no tenían para pagar con tarjeta y que encima de ir a buscar efectivo había que buscar cambio porque el trámite salía 61 dolis (dólares australianos). Para colmo de males uno de los que atendía trataba a la gente bastante mal, definitivamente ese pequeño lugar no era territorio australiano.
Volvimos después de lograr tener efectivo y cambio, lo cual no es fácil cuando sos nuevo en un país, o al menos te toma unos minutos más. Volvimos y vi el cartel que decía que por favor los trates bien a sus empleados y que no se podía filmar. Con el cansancio acumulado y el tipo este tratando a los gritos a mi novio, sin contestar las preguntas ni resolver nada, me superó. Le fui a decir que evidentemente no se podía filmar para no demostrar el maltrato que tienen con la gente ellos a nosotros y no al revés. Me rajaron del consulado, claro que sí. Tenía tanta bronca con el abuso de poder que estaba temblando, quería denunciarlos por todos lados, pero ¿qué podés hacer? Nada. Inmediatamente fuimos a recobrar fuerzas, o sea a comer. El camarero que nos tocó justo era español y cuando atiné a preguntarle algo del consulado él ya me dijo, 'ah te van a tratar mal y a los gritos y no te van a resolver nada'. ERA CULTURAL.
Luego, nos transformamos en arbolitos por unas horas y logramos hacer cambio de efectivo a precio Google con gente de un grupo de WhatsApp de la zona. Todos los que necesitaban cambiar un amor, estaban hace ya mucho tiempo y se volvían a un país donde por portación del pasaporte correspondiente, te convertís en ciudadano de primera y podés hacer algo tan básico como sacar una tarjeta de crédito. Parece todo muy simple pero, a cada paso de esta actividad: hacer el contacto, que alguien quiera cambiar, ver el tipo de cambio del día, encontrarnos con esta gente, pensar si necesitan cambio, confiar en que el efectivo no sea falso y depositarlo sin que el banco me diga nada, a mí me representa un infartito. Tal vez a la gente normal no le pase pero yo soy hija de mi madre y todavía no resolví todos los traumas heredados, por lo tanto, mis niveles de energía bajaron con esta simple actividad de recién llegada.
Los primeros días tuvimos mucha suerte de coincidir y nos vimos con unas amigas, todavía era verano. Aconsejándonos con los trámites, poniéndonos al día, viendo caras conocidas, todos con energías y todos cansados todo a la vez. De pronto ellas ya se fueron a probar suerte al norte y vino la lluvia. Nosotros aún sin trabajo y la idea que me parte el corazón se me vino a la cabeza: Bueno, ya pasó una semana, ¿Dónde están nuestros amigos? ¿Qué hacemos acá? ¿Qué hago con todos los chistes que ellos entenderían pero no les puedo contar? Me dicen que como ya pasé por esto varias veces debería estar acostumbrada; puede ser que sepa un poco más que antes, pero nunca deja de doler. Nunca dejas de frenar, dudar y preguntarte: ¿Qué corno hago acá?
Luego me siento a escribir, a reflexionar, a conocerme. Quienes hacemos esto tenemos un problema de culo inquieto. No podría haberme quedado en un solo lugar, nuestro tiempo es limitado, la vida es corta y a medida que pasa más cansados estamos, no hay energía que perder. El momento de hacer todo lo que querés hacer es ahora. Es mi decisión, es difícil pero por eso hay que hacerla valer. Si vamos a migrar, y el dolor va a estar, que la alegría sea más grande. No es inmediato, no es la dopamina de redes, no es una dieta mágica. Lleva tiempo, lleva muchas ganas, las cosas no te van a llegar mágicamente, como buenos aventureros tenemos que salir a buscarlas.
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